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¿Política preventiva por sexos?

sexos en color
No existe una política en prevención de riesgos específica para riesgos laborales diferenciada por sexos, ni tampoco es una realidad que las empresas contemplen; ni tampoco es un objeto de atención específica ni dentro ni fuera de España. Lo que hay legislado al respecto está hecho de una manera generalizada y se aplica por igual a ambos sexos.
Aparte de lo que hay establecido en cuanto a maternidad, capacidad reproductiva o embarazo, como estado temporal o transitorio, la protección se aplica en casos concretos como serían los casos de la protección frente a agentes nocivos como pueden ser plomo, cloruro de vinilo, mercurio, disolventes, plaguicidas; todo ello dentro de las obligaciones generales que la legislación preventiva impone a los empresarios en materia de seguridad y salud en el trabajo.
A nivel mundial, por lo que en general se advierte, se están descuidando incidencias de género que, actuantes con otros factores de exposición, que interactuando con ellos, puedan producir o de hecho produzcan, riesgos laborales.
Sin embargo sí existen afecciones laborales específicas del género femenino, tales son los casos de acoso laboral de genérico o sexista, otros riesgos psicosociales que se relacionan con la organización del trabajo en las empresas y que pueden llegar a afectar, y de hecho afectan, a la salud mental en muy diversas formas.
Las formas más frecuentes de afectación son estrés, depresión, ansiedad, violencia en el trabajo, acoso, etc., lo que se hace especialmente virulento en campos como la educación, los servicios sociales y la asistencia sanitaria porque fundamentalmente en ellos están cargadas las tintas sobre el género femenino, que en ellos es predominante.
Hay cuestiones que suelen plantearse en el ámbito del derecho como relaciones entre acosador y acosada, como problema personal y no como problema de salud laboral en sí.
Máxime cuando el acoso sexual puede estar muy vinculado a la organización del trabajo y en ocasiones supone una expresión de la pretendida dominación masculina sobre el elemento femenino. Básicamente un complejo de inferioridad del “Pseudo macho” que se hace fuerte en posturas patológicas. Lo que hace en realidad es trasponer la finalidad sexual individual a una versión de finalidad colectiva que se establece con origen social o simbólica que sexual, aunque pueda llegar a serlo.
Este tipo de planteamientos trasnochados, en cualquier época de la historia, ha supuesto y permitido excluir la posibilidad de tener a disposición instrumentos preventivos idóneos para combatirla.

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